Por Ezequiel Sabor, ex Secretario de Trabajo de la Nación y ex embajador Argentino ante México y Belice.
Es con los trabajadores, con los empresarios, con los Sindicatos y con las Cámaras empresariales que vamos a poder cambiar, positivamente, la Argentina y ponerla en la senda del Desarrollo.
El pensamiento sectario y elitista, que solo un grupo de iluminados, jactándose dueños de la verdad absoluta puedan gobernar y generar políticas beneficiosas para el conjunto de la sociedad nos ha llevado a los recurrentes fracasos de la Argentina.
No es un grupo, un bando, un conjunto de voluntades las que van a lograrlo es la conformación de una amplia mayoría, donde sin lugar a dudas, los trabajadores y sus representantes, tiene que formar parte, no como espectadores, sino como actores fundamentales.
La amalgama de esta mayoría o primer gran minoría, debe ser la fraternidad, la que se justifica de haber nacido de un mismo vientre: la Patria.
Si así lo entendemos, cosa que no es ni va a ser fácil, si podemos darnos ese gran abrazo reconciliador, vamos a poder ver en nuestro hermano uno más y no uno menos. Un amigo, un socio, un igual, y no un enemigo.
La historia Argentina, breve pero intensa, está cargada de antagonismos. Eso es lo que debemos superar.
Es desde ese sentimiento fraterno que podemos pensar en generar un país inclusivo, un país más igualitario. Y es bajo el concepto de la igualdad desde donde tenemos que pararnos para trabajar mucho y en conjunto. No queremos un país para unos pocos, queremos un país para todos, dónde todos podamos acceder al trabajo y al desarrollo, aportando desde nuestras capacidades, pero sin que queden compatriotas mirando desde el vidrio como otros comen en el salón.
De los factores clásicos de la Producción: Tierra, Capital y Trabajo. Debería surgir una armonía que los convine y no una lucha entre unos y otros. Tenemos que terminar con las ideas de trabajadores contra capitalistas o productores de la tierra, o de empresarios contra trabajadores. Debemos encontrar un equilibrio que nos permita avanzar.
La argentina tiene una larga experiencia trabajando esto en la OIT, utilizando la herramienta del dialogo tripartido (trabajadores, empleadores, Estado) y no podemos destruir eso.
Se han cometido muchos errores, desde todos los sectores políticos a los que les tocó gobernar en los últimos años. Y es a partir de ellos que debemos reflexionar para no repetirlos.
Uno de esos errores es creer que los trabajadores y sus representantes se oponen al crecimiento y desarrollo del país razón por la que la argentina no avanza.
Se ha sintetizado gran parte del fracaso de la argentina en el pensamiento de que los responsables son las rígidas leyes laborales, el costo que ello acarrea y la fuerza de los sindicatos. Eso es extremadamente falso.
Hoy, la Argentina, tiene costos laborales extremadamente bajos a nivel mundial, tiene sindicatos que no salen a tomar medidas de fuerza y acompañan las medidas del gobierno – y sin perjuicio de ello- la Argentina no repunta.
La Argentina tiene solamente un 40 % de su fuerza laboral activa en la característica de trabajo registrado y parte de ello está sub registrado o registrado deficientemente. El resto de sus trabajadores lo hace de manera informal. Del conjunto de trabajadores registrados, solamente un porcentaje minoritario está afiliado a un sindicato, aun coincidiendo con las medidas que los líderes sindicales dispongan realizar. Donde si están registrados es en las obras sociales sindicales.
Este servicio y los otros tantos que prestan los sindicatos (ayuda a los hijos de afiliados, alimentos, turismo social, capacitación, etc.), son los más valorados por el trabajador formal y lo iguala con el resto de la sociedad que puede acceder a esos beneficios. No hay que hacer mucho análisis para darse cuenta que la gran mayoría de los trabajadores no accede a nada de ello.
¿Es cierto que muchos líderes Sindicales se han apartado del camino de la rectitud?
En primera medida, quiero compartirles que en mi vasta experiencia en el campo de las relaciones laborales llegué a conocer a todos los secretarios generales a nivel nacional y he participado con ellos de varias negociaciones colectivas. Eso me permite afirmar que posiblemente alguno se haya beneficiado personalmente, pero también asegurar que ninguno por más añoso que sea, ha abandonado la bandera de la lucha por los derechos de los trabajadores.
Del mismo modo, he conocido a muchos empresarios y representantes de cámaras que no están dispuestos a abandonar el camino del desarrollo y el crecimiento.
Entonces, si todos en esencia queremos un país con desarrollo, con más y mejor producción, con justicia social, igualdad, derechos humanos, un país donde cada ciudadano, cada familia pueda desarrollarse y crecer: ¿por qué no lo logramos?
Justamente porque nos falta empatía, porque excluimos y perseguimos en vez de dialogar y acercar las diferencias que nos distancian, porque creemos qué hay un bando de los buenos que tiene la verdad y el otro es nuestro enemigo. Porque consideramos qué hay ciudadanos de primera y otros de segunda o tercera sin entender que no todos tenemos los mismos talentos, tuvimos las mismas oportunidades, ni partimos del mismo lugar.
Ese país que soñamos la mayoría de los argentinos, esa Argentina del futuro con desarrollo económico y social, con igualdad, con transparencia y esfuerzo; se construye sumando a todos los sectores, armando una gran mayoría, que no imponga. Que aprenda a dialogar, que negocie y que invite a formar parte de un proyecto aceptando que algunos no quieren sumarse y no por ello son enemigos.
La Argentina del Futuro tiene que ser pro, no contra. Tiene que ser juntos y no separados. Tiene que abrazar el cambio positivamente y no resguardarse siempre en el retroceso al que nos lleva la actitud revanchista. Tiene que ser con todos.
Quedarán, naturalmente, fuera del proceso aquellos que sigan pensando solamente en su beneficio personal. Esos que son incapaces de pensar en el hermano que queda excluido, aquellos que sigan haciendo negocios por fuera de la ley, aquellos que utilicen métodos violentos o cohercitivos para avanzar. Ellos solos se van a autoexcluir cuando podamos conformar esa mayoría de voluntades y pensamientos heterogéneos que nos permita cambiar el rumbo y poner a la Argentina en el lugar que podamos construir.
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